El Bicentenario ha motivado en el último tiempo la publicación en diferentes medios de notas de todo tipo: algunas referidas a los personajes directamente ligados a la propia Revolución de Mayo, cuyo pensamiento político y participación en aquellas jornadas históricas siempre vale la pena recordar; otras han emprendido la tarea de elegir las figuras más destacadas de estos 200 años, donde desde San Martín hasta Maradona la pelea por el primer lugar en el ranking de preferencias incluye a los más variados personajes. Finalmente, aparecen también opiniones que no resisten la tentación de comparar ambos centenarios con el objetivo de emitir “balances”. Nota completa aquí.
Para resolver estos desafíos, que seguiremos enfrentando en el tercer centenario, es indispensable liberarnos de las ideas hegemónicas de los centros de poder mundial, es decir, de lo que Arturo Jauretche denominaba la “colonización cultural” y Raúl Prebisch el “pensamiento céntrico”. Es preciso consolidar una visión propia, nacional, de nuestra realidad y nuestros problemas, para vincularnos con el orden mundial conservando el comando de nuestro propio destino. Esto es condición necesaria para formular y ejecutar una política económica que permita mantener el orden de la macroeconomía, la solvencia fiscal, la competitividad, la estabilidad razonable de los precios, indispensables para poner en marcha un proceso incesante de acumulación.
Es necesaria también para resolver los problemas más ríspidos que vinculan la distribución del ingreso con la estructura productiva, como los tipos de cambio diferenciales, el régimen impositivo y la política de crédito. Es indispensable, asimismo, para comprender que los recursos financieros, el ahorro y el crédito, están, en lo fundamental, dentro de las fronteras nacionales y abandonar la hipótesis neoliberal que sin crédito ni inversión extranjera, el desarrollo es imposible. Tanto el crédito como la inversión extranjera sólo son útiles cuando complementan y no sustituyen el ahorro interno, la iniciativa empresaria nacional y la acción promotora de las políticas públicas. Nota completa aquí.
Es necesaria también para resolver los problemas más ríspidos que vinculan la distribución del ingreso con la estructura productiva, como los tipos de cambio diferenciales, el régimen impositivo y la política de crédito. Es indispensable, asimismo, para comprender que los recursos financieros, el ahorro y el crédito, están, en lo fundamental, dentro de las fronteras nacionales y abandonar la hipótesis neoliberal que sin crédito ni inversión extranjera, el desarrollo es imposible. Tanto el crédito como la inversión extranjera sólo son útiles cuando complementan y no sustituyen el ahorro interno, la iniciativa empresaria nacional y la acción promotora de las políticas públicas. Nota completa aquí.